IKASTOLA San Miguel de Iurreta. Principios de los años 90. Un niño espigado, de pelo alborotado, sobresale en el patio durante los partidos de fútbol. Destaca por su juego y por su entrega. También por la pasión que pone en cada jugada. Sólo hay un pero a su entusiasmo. Cuando el resultado no le es favorable se pelea con todo el mundo. Los profesores buscan una alternativa para tratar de canalizar ese ímpetu irrefrenable. ¿Qué actividad puede poner coto a esa rabia? Encuentran la respuesta en un tablero de 64 casillas blancas y negras. El niño es Fernando Amorebieta (Cantaura, Venezuela, 29-III-1985) que tendrá que aprender a asimilar las derrotas moviendo alfiles y reinas, ideando estrategias con los imprevisibles caballos, enrocándose, sacrificando peones… Hasta que el Athletic llamó a su puerta.
Catorce años después, Amorebieta reconoce que "lo que queda de aquel chaval que compaginaba fútbol y ajedrez son las ganas de ganar. Siempre tengo ganas de ganar. Nunca me gusta perder. Eso es lo principal que me queda de aquel entonces". Lo lleva en los genes. Y es que el ahora central del Athletic nació en Suramérica porque su padre fue puntista profesional en Miami y Orlando y se asentó en la localidad venezolana antes de regresar a sus raíces. Gen de deportista. Carácter ganador. Pese a ello, asegura que "mi primer año en alevines fue algo muy grande para mí. No me lo creía y menos con aquella edad. Para mí era como un sueño". Atrás quedaban las diferentes aperturas que ofertaba el ajedrez. Las casillas blanquinegras se habían convertido en césped verde.
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